Rusia no es comunista… ¡Es peor!

Rusia

Vamos para un mes desde que comenzó la invasión de Ucrania, y sabemos cada vez menos de lo que está ocurriendo allí. Si la (des)información que proporcionan los servicios de inteligencia a los medios de comunicación reflejara la situación real de la ofensiva, resultaría que empieza a ser posible que Rusia pierda la guerra. Y, sin embargo, nos parece que lamentablemente eso está cada vez más lejos de ocurrir, y que la brutal e implacable destrucción del país va a continuar de acuerdo con el método criminalmente programado. No hay negociación posible; para quedarse con el Donbás y Crimea, y evitar la incorporación a la OTAN, no se hubiera metido Putin en este conflicto. ¡Eso ya lo tenía antes de empezar!

No hay crueldad ni sadismo, pero se echan de menos aquellas guerras del siglo pasado en que intrépidos reporteros avanzaban y retrocedían con las tropas, y los telediarios reproducían crónicas en directo desde lugares reconocibles, con tableteos de fusiles de asalto y explosiones de mortero. En la actualidad los enviados especiales, que no se mueven de los centros de prensa y de los puntos de recogida de los refugiados, se limitan a reproducir las manipuladas noticias de las agencias estatales; y claro, no se enteran, ni nos enteramos, de lo que ocurre hasta que Putin o la CIA deciden contárnoslo. Se conoce que la exhibición y el análisis de las operaciones militares es políticamente incorrecto y en occidente solamente se puede hacer polemología.

Bien es cierto que con Rusia por medio no podía ser de otra manera. Ese país es un auténtico naufragio de los derechos civiles. En muchos aspectos está peor que en la época soviética; ha sustituido el comunismo, que al menos teóricamente aspiraba a la igualdad y el bien común, por un estado mafioso en el que los recursos y el capital están en manos de unos oligarcas, asentados a la sombra del poder político, que solamente buscan el enriquecimiento personal. Dos datos: una buena parte de su población, especialmente en zonas rurales, se encuentra por debajo del umbral de la pobreza y con paupérrimo desarrollo humano; y la renta per cápita – que es la tercera parte de la de España- no ha crecido en los últimos 15 años en un país que, por la venta de gas y petróleo, ingresa mil millones de dólares cada día que abre la tienda.

Obviamente, mantener hoy en día a 145 millones de personas en ese estadio de indolencia y resignación solamente se consigue con un régimen represivo, aplicado sobre varias generaciones de rusos que 70 años de comunismo forjaron en amorales supervivientes. Han sacrificado unas libertades individuales, que no valoraban porque no las entendían, y se han reencontrado en una autocracia cerrada y opaca que les da sentido y orgullo colectivo. Justo lo contrario de lo que propugnaba la perestroika -apertura- y el glasnost -transparencia- de Mijaíl Gorbachov, que seguramente está viendo cómo sucumbe definitivamente la democratización de Rusia a manos de los ex espías de la KGB.

En definitiva, vuelven a ser el ejemplo de la corrupta inoperancia, la ocultación y la represión que Ronald Reagan ridiculizaba. El número de detenidos que han provocado las protestas contra la política belicista de Putin hace actual aquel chiste en que un norteamericano reconvenía a un ruso diciéndole que él podía plantarse enfrente de la Casa Blanca y quejarse abiertamente de como el presidente gobernaba su país; y el ruso replicaba muy digno que igualmente él podía llegarse al Kremlin y protestar de… ¡como Reagan dirigía los EEUU!

PD: las comparaciones maximalistas y exageradas son injustas, pero empieza a ser muy frecuente encontrar semejanzas entre las actuaciones de Pedro Sánchez y las de los regímenes autocráticos: degradación institucional, excesos en el aprovechamiento de la potestas y, sobre todo, falsedad y falta de transparencia. La decisión de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara es grave en el fondo por la traicionera reversión de la política exterior de España, pero es mucho más grave por lo que la forma en que se ha realizado pone de manifiesto.

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